Escape Room
Supongo que todos llevamos lo nuestro encima y que a las cuitas, sombras y desdichas de cada uno hay que ir sumando la dichosa gripe coronada que lleva camino de calamidad pública. En eso iba yo, sombrío y cabizbajo por la vida, cuando la fatalidad me arreó dos de esas funciones muy pensadas, muy intelectuales y perfectamente insufribles que le destrozan a uno el fin de semana. Y entonces llegué a Escape Room. Salí de allí pensando en la mucha gente que me pregunta, compadecida, si veo mucho teatro comercial, y a la que respondo que sí, que todo el que puedo.
¿Se supone que el teatro comercial es el que tiene como objetivo primordial divertirnos? Pues viva el teatro comercial. Y, con la que tenemos, a ser posible, que sea comedia. Como esta, construida sobre los engranajes de la carpintería de la risa de siempre y que saca partido –como toda la vida– de las contradicciones de la actualidad. Las dos parejas encerradas entre las garras de un sicópata (hasta aquí puedo leer) brincan entre el feminismo militante y la reacción mientras se las tienen que ver con el mecanismo diabólico de su encierro y con los problemillas que ya llevaban puestos de casa. La hora y media se pasa volando. Los cuatro funcionan como hay que funcionar en este tipo de teatro: como mecanismos bien engrasados. Pero con Miró, es que me tronchó.
Fecha de publicación: 13/03/2020