Encargo de lujo
A falta de ver su ópera prima, Guy and Madeline on a Park Bench (2009), lo nuevo del realizador estadounidense
Damien Chazelle es un híbrido irregular entre sus excelentes
Whiplash (2014) y
La La Land (2016) y un producto oscarizable cualquiera. No parece casual que
First Man – El primer hombre, recreación del largo y penoso entrenamiento de Neil Armstrong para convertirse en el primer ser humano que pisó la Luna y el impacto en su vida familiar de aquella misión de la NASA, sea la primera de sus películas que Chazelle no ha escrito. Su guionista es Josh Singer, especialista en dramatizaciones edificantes de hechos reales –
Spotlight (2015),
Los archivos del Pentágono (2017)-, algo que comparte
First Man – El primer hombre: una película tan eficaz por sus apuntes sobre el precio a pagar por la ambición, su impecable aparato de producción, y lo brillante de montaje y fotografía, como rutinaria y algo demagógica en su desarrollo dramático y el grueso de sus discursos, muy inferiores a los de un modelo evidente, Elegidos para la gloria (1983). A nuestro juicio, First Man – El primer hombre es un encargo de lujo que Chazelle, con el respaldo de sus colaboradores habituales, ha aceptado dirigir mientras escribe su siguiente película propia.
Lo mejor:
Soluciones de puesta en escena que tratan de arreglar momentos dramáticos de muy poco fuste
Lo peor:
Apostamos porque se trata simplemente de una película de transición en la carrera de su director