Ni aguantar, ni escapar.
En una escena clave de El mito de la adolescencia (2010), recomendable ópera prima de David Robert Mitchell, Maggie (Claire Sloma) aprende de un chico varios años mayor que la pubertad no depara las maravillosas aventuras en las que había aprendido a creer desde que era una niña. Una vez superada cierta edad, debemos comenzar un meticuloso entrenamiento para convertirnos en ciudadanos de provecho, ritualizando nuestro día a día hasta límites absurdos. Aunque hablemos de un drama indie aparentemente canónico e
It Follows suponga un cambio de registro radical, bien podríamos entender la segunda cinta de Mitchell como una secuela de la primera, con la que comparte nexos temáticos y una acentuada querencia por la narrativa impresionista.
¿Qué sucede cuando la adolescencia llega a su fin y nos asomamos al abismo de la vida adulta? Preferimos no revelar demasiados detalles de una trama, si bien sencilla, muy enigmática; baste con señalar que Jay (magnífica
Maika Monroe), la atribulada protagonista, ha de lidiar con una maldición -que porta un aroma de leyenda urbana- tras acostarse con alguien. La entidad maligna de turno es tan polimórfica como polisémica, erigiéndose, por ejemplo, en metáfora de la abrupta toma de conciencia del acecho persistente de la muerte; pero también funciona a modo de representación de los agentes -biológicos y sociales- que constriñen nuestros deseos, obligándonos a discurrir por senderos hiper pautados, a regirnos por normas en las que nos forzamos a creer por simple afán de supervivencia. No es baladí que la resolución de la trama pase por regresar al lugar en el que empezó simbólicamente la adolescencia de los personajes.
It Follows es un filme aún más angustioso y triste que aterrador, ¡y ya es decir! Una planificación tan precisa como imaginativa, hábil a la hora de explotar las posibilidades que brinda cada una de las localizaciones; las rigurosas labores de realización y montaje; la ausencia de explicaciones o subrayados en torno a la naturaleza del enemigo que acosa a Jay; la lánguida fotografía de Michael Gioulakis en los suburbios de un Detroit que parece empeñado en aferrarse a las cenizas del sueño americano; y el convincente fresco afectivo, dan cuenta del poder sugestivo y de las impecables hechuras formales y técnicas de
It Follows Terror con aristas poéticas y un abrumador valor reflexivo que brilla como pocas películas del género en los últimos tiempos.
Lo mejor:
Es un poema de horror hipnótico, perturbador y sugerente.
Lo peor:
Que a veces se rompa su trabajado equilibrio entre naturalismo y artificiosidad.