Una de las mejores películas infantiles de las últimas décadas ve la luz, al fin, en nuestros cines reivindicando los mitos y la imaginación sin fronteras
21 añazos después de su estreno japonés redescubren nuestras salas los gloriosos cimientos del cine de Miyazaki. Que ni al pelo, por otra parte, tales son las semejanzas de concepto que comparte el clásico entre los clásicos con la última perla del genio, "Ponyo en el acantilado". Entre ambos extremos una paleta densa de infinitos matices y una progresiva tendencia a la abstracción y a la primacía de lo subconsciente sobre lo consciente. De alguna manera "Ponyo" era un reencuentro con los orígenes, un retorno a la inocencia desnuda y adorablemente ingenua que manaban de los geniales dibujos del primer Miyazaki.
El combustible y motor de los estudios Ghibli, entre medias, ha oscilado hacia el lado de la ensoñación mitológica transportando el relato a un caleidoscópico nivel onírico con los pies lejos del suelo. En Totoro localizamos nítidamente las obsesiones y parámetros fijos del cine de Miyazaki, acaso más puros que nunca, en un cine que aún brotaba por y para los más pequeños. "Mi vecino Totoro" es, cómo no, una laberíntica y deliciosamente surrealista reivindicación de los mitos ancestrales, del espíritu animista del bosque, de la Naturaleza, de lo salvaje. Miyazaki se recrea en el exotismo del mundo legendario, en las siluetas del misterio atávico del objeto animado, de la espiritualidad sagrada del orden cósmico.
Una película netamente infantil, cuajada desde la sencillez y la mirada blanca y virgen al mundo de las emociones puras (las de los niños, fundamentalmente). Miyazaki trabaja aquí los cimientos de la fórmula que han elevado su cine al altar de los clásicos desde el candor de un relato sin aristas, más liviano de lo que después será tradición, sostenido sobre dos pilares: su extraordinaria destreza para empatizar con la sensibilidad infantil y la icónica presencia de un personaje antológico, emblema ya mítico de una manera de hacer y mirar el cine animado cual es el peludo Totoro.
En una cartelera envenenada por la insufrible banalidad de productos pseudoinfantiles tan irritantes como "G-Force", "Mi vecino Totoro" es un remanso de paz y de buen cine, un regalo impagable para padres con criterio que se preocupan por filtrar las imágenes que consumen sus hijos.
Lo mejor:
Su contagiosa inocencia
Lo peor:
Que hoy día sea tan raro ver películas de este calibre