Mundo Dante
Mundo Dante parece ser una discoteca en la que no todos pueden entrar. Para eso está el portero. La disco es trasunto evidente de la fortaleza Europa. El portero, el precipitado de nuestros miedos, guardián que garantiza que lo nuestro no se reparte. Que aquí no se cuele nadie. Y, sin embargo, esta ambicionada fortaleza parece encerrar entre sus muros el infierno de la Divina Comedia, que el texto escancia ora en toscano ora en traducción sucesiva al castellano. ¿Demasiado complejo? Así descrito, puede parecerlo. Pero el resultado en escena es comprensible y coherente.
No ocultaré que la puesta en escena tiene aspectos mejorables: una escenografía que, junto a elementos eficaces, dispone algunos otros que apenas ofician de relleno; o una iluminación poco más que básica. Pero la función dispone de la baza fundamental del intérprete. Vi hace poco a Ángel Mauri salir airoso de una pieza imposible (un Gilgamesh hundido en el sopor), pero es difícil juzgar a un intérprete por una única interpretación. Esta vez no hay duda. Mundo Dante le exige un abanico de personajes tan heterogéneo que es como si nos proyectara su vídeo-book. Con todo puede: con el portero facha, la jovencita latina, el africano o la Francesca de Dante. Los consejos son odiosos desde una crítica, pero no puedo resistirme cuando con tan poco se podría ganar mucho: diez minutos menos.
Fecha de publicación: 16/04/2019