Brillante fábula de iniciación en torno a la vacilante identidad sexual de una cría de diez años a la que da vida con una convicción admirable la pequeña Zoe Heran
Inevitablemente emparentada con Boys Dont Cry de Kimberly Peirce, pero sin la exuberancia dramática de aquella, sin su querencia por el gran mensaje, Tomboy desnuda la confusa identidad sexual de una cría de diez años que, tratando de encajar en un nuevo entorno después de una mudanza, decide hacerse pasar por niño, con una eficacia asombrosa. No hay en la propuesta de Céline Sciamma familias disfuncionales, ni infancias tortuosas ni un contexto social incandescente, ni mucho menos.
Laura es una niña normal, criada en el seno de una familia feliz, rodeada de un entorno familiar estable y muy querida por sus padres. Y es esa huida frontal del atrezo estereotípico de los dramas sobre infancias ambiguas o descentradas es, a la larga, el argumento más sólido de una película que huye siempre de la brocha gorda, de la lectura social de perogrullo. Sciamma, que abraza una cadencia naturalista directamente emparentada con el cine de los Dardenne, lanza mil preguntas al aire, pero tiene el buen juicio de no contestarlas, dejando al público deberes post-visionado.
Tomboy habla de la identidad sexual en crisis, de la claustrofóbica existencia dentro de un cuerpo que no sientes tuyo, pero es sobre todo un drama iniciático, que narra los caóticos esfuerzos de una cría en una edad difícil por encontrar su sitio en el mundo, por proyectar sus emociones hacia fuera de un modo armónico y satisfactorio. Cine que derrocha sensibilidad y honestidad en cada uno de sus planos, que constituye uno de los acercamientos a la infancia más lúcidos, poliédricos y coherentes que el cine haya propuesto en los últimos años, Tomboy no sería la notable película que es sin el proverbial concurso de la pequeña Zoe Heran, que borda la ambigüedad identitaria de un personaje extraordinariamente complejo, con una interpretación de esas que te dejan con la boca abierta.
Lo mejor:
Zoe Heran, todo un descubrimiento
Lo peor:
Que la distancia que Sciamma toma con respecto al drama pueda ser interpretada como ausencia