Hace muchos años, mucho antes de que se inventaran las cañerías de desagüe, los camiones de recogida de basura o la seguridad social, cuando la peste y la lepra eran tan comunes como hoy son los escándalos de corrupción, existía en ciertas poblaciones una tradición muy particular: un día al año, se abrían las puertas de la ciudad y se permitía el acceso a ella a todos aquellos seres que por su extravagancia o anormalidad habían sido repudiados y expulsados de ella.