La diversidad y variedad de la Región de Murcia es espectacular, podemos encontrar lugares bellos, tanto en el litoral como en el interior. Se suele hablar siempre de una Región de Murcia volcada hacia el mar y otra región volcada tierra adentro. Sin duda nuestra Región alberga una intensa oferta de actividades que deberías visitar, aquí proponemos cinco de ellas para descubrir este verano.
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1. El Parque Natural de Calblanque
Calblanque es la luz mediterránea, el viento cálido y el cielo infinito. Arenas brillantes, acantilados oscuros y dunas fósiles de gran interés geológico que se reparten por igual en esta banda costera cercana al Cabo de Palos. Un largo arenal abierto a los vientos de Poniente y segmentado por varias calas que encajan como elipses doradas entre los negros roquedos de la sierra costera murciana. En las dunas y playas de Calblanque podremos observar a grupos de plantas especializadas en la supervivencia en este tipo de suelo tan poco amigable para la flora (arena y sal) y de nombres tan curiosos como el perejil de mar, la margarita marina, el barrón, la zanahoria borde, la azucena de mar o el cuernecillo. También hay aves acuáticas, distintos tipos de gaviotas, el chorlitejo patinegro, el ostrero o el vuelvepiedras. Entre los reptiles que habitan en estas zonas destacan el eslizón ibérico, la lagartija colirroja y la colilarga, el lagarto ocelado y la culebra bastarda. Es posible ver algunas de estas especies observando con atención el cielo o recorriendo las dunas.
2. Aledo
La descripción del itinerario entre Murcia y Almería que hizo el geógrafo árabe Al Idrisi en el siglo XII cita ya la fortaleza de Aledo, un pueblo donde la vida discurre a un ritmo sosegado por unas callejas estrechas y frescas a las que asoman casas de teja moruna y paredes encaladas, apretujadas unas contra otras, como si temieran caer rodando por los riscos sobre los que se aúpan la fortaleza y el pueblo. Lo que ha hecho famoso a Aledo es la torre de La Calahorra, un fortín construido en el siglo XI, uno de las más antiguos de la región, que domina el valle desde una peña. Contiguo al castillo se levanta la iglesia de Santa María, un templo barroco con dos torres gemelas. Cada 6 de enero las tranquilas calles de Aledo se ven desbordadas por una marea de gente que acude a ver su famoso Auto de los Reyes Magos, un antiquísimo drama litúrgico que interpretan los vecinos del pueblo.
3. Las encañizadas del Mar Menor
Se trata de un laberinto de redes y cañas que los pescadores colocan en mitad de esos canales para capturar a los peces que vienen del Mediterráneo. La técnica sigue empleándose hoy día en las golas finales de La Manga, el último espacio libre de carreteras y de torres de apartamentos; una zona ZEPA de protección ambiental donde una empresa mantiene este arte de pesca, pese a que el turismo ha sustituido a los oficios artesanales de la zona. Una de las capturas más populares es la del mújol del Mar Menor, un pescado muy sabroso con el que se prepara el célebre caldero murciano. También se pescan doradas, magres, lubinas y chirretes.
4. Un buceo en Cabo de Palos
Los bajos del cabo de Palos forman un rosario de cabezas de roca que suben desde 50 metros hasta casi rozar la superficie para formar uno de los ecosistemas de vida marina más generosos de la costa española, además de un inmenso cementerio de barcos que a lo largo de la historia han dejado su casco en estas traicioneras puntas de roca. Protegidos bajo la figura de Reserva Marina, los bajos de Enmedio, la Testa, Piles I y Piles II son refugio de casi todas las especies mediterráneas: meros enormes, corvinas, pulpos, morenas, castañuelas, barracudas, tembladeras e incluso águilas de mar. Más complicado es visitar el bajo de Fuera, más alejado de la costa. Conocido por los más viejos de Cabo de Palos como la Roca del Vapor, pues en él encalló el más famoso de los navíos hundidos en esta cordillera submarina, el Sirio, un vapor de pasajeros italiano que el 2 de agosto de 1906, cuando navegaba hacia Brasil, se clavó en él, provocando un naufragio en el que murieron 500 personas. Sus restos reposan esparcidos por las laderas del bajo de Fuera junto con el de otra docena larga de buques de todas las épocas que tampoco supieron ver el peligro a tiempo.
5. Calas de Bolnuevo y Calnegre
Buena parte de la costa murciana, la que va desde el límite con Almería hasta el Cabo de Palos presenta un perfil quebrado y montañoso, labrado a golpe de lajas de pizarra y calizas resecas cuyas escarpaduras terminan por morir en un mar casi siempre dócil y transparente. Entre el Puerto de Mazarrón y Águilas es donde este trozo de costa torturada alcanza sus mayores cotas de virginidad. Un territorio aún sin conquistar que empieza en la ciudad encantada de Bolnuevo, donde el viento ha modelado formas imposibles sobre amarillentos bloques de arenisca. Luego viene Punta de Calnegre, un paisaje casi africano atrapado en la misma soledad que invade toda esta costa murciana. Solo hay una forma de atravesar Calnegre pegado a línea del mar y es internándose por una pista de tierra en aceptable estado de conservación que culebrea entre alijares y ramblas pedregosas que desaguan el sobrante de las tormentas en unas playas de cantos redondos y negruzcos. Una ruta lenta, fatigosa para el vehículo, pero muy bella.