Descubre las tradicionales villas marinera de Muros, Fisterra y Muxía. Vive una verdadera experiencia marinera en Galicia
Experiencias marineras es un turismo temático con el que podrás un respirar experiencias irrepetibles y sensaciones intensas, como acompañar a los profesionales del mar en una jornada de pesca, cocinar tus propias capturas, conocer las bateas, descubrir cómo se ‘cultivan’ berberechos, almejas y navajas…
Te presentamos la experiencia de disfrutar y conocer las villas marineras de Muros, Fisterra y Muxía:
Unas jornadas fascinantes al borde del mar observando la actividad febril de las primeras villas marineras de la Costa da Morte, desde el sur. Podréis ver cómo se realizan las descargas de pescado en puerto y asistir a vertiginosas pujas en lonja. En Muros visitaremos uno de los molinos de marea más grandes de España. En Fisterra conoceremos la primera lonja turística de Galicia y en Muxía los últimos secaderos artesanales de congrio que quedan en Europa.
Vila de Muros
Muros, donde las Rías Baixas marcan su fin, es una de las villas marineras más hermosas de Galicia.
A la entrada de la capital municipal, recalamos en la parroquia de Serres para visitar Pozo do Cachón. Vamos a introducirnos en uno de los molinos de marea más grandes de España. Desde mediados del siglo XIX estuvo activo hasta hace pocos años. En esta época incluso albergó una especie de talaso, conocido como Baños Santa Rita, especializado en curar enfermedades reumáticas a base de baños templados de algas y agua marina.
Tras atravesar una espléndida área recreativa, nos encontramos con esta construcción, que se nos presenta como un gran cuerpo rectangular y muy alargado de cantería y cachotería de granito. Para entrar desde la parte frontal el molino nos extiende cuatro pasarelas de madera que nos ayudan a salvar un cauce de agua.
Si el exterior es imponente, el interior nos dejará fascinados. Fruto de un largo proceso rehabilitador, hoy alberga un completo centro de interpretación sobre estas obras de ingeniería que son los molinos de marea. Con ayuda de paneles explicativos y suelos transparentes que nos muestran las compuertas evocaremos cómo era su funcionamiento antaño. Además, quizá asistamos a exposiciones de artesanía, pintura u otra actividad, dado que el edificio es un emblema de este pueblo marinero y está casi omnipresente en su vida cultural.
El núcleo urbano de Muros y su puerto es visita obligada en esta travesía. Proponemos ir hacia los muelles paseando desde los jardines del Paseo Marítimo. Así nos deleitamos contemplando el mar, protegido de un lado y otro por los montes Costiña y Ribeiriño, que también abrigan al puerto. Y, a la derecha, nos dejamos asombrar por las galerías blancas y acristaladas de edificios que recogen bajo sus soportales tiendas y terrazas. Son los mismos soportales que antes resguardaban a los marineros cuando arreglaban sus artes de pesca y a las pescantinas que lavaban y secaban el pescado.
Alcanzaremos la hermosa dársena de Muros, donde se amarran las embarcaciones más pequeñas de su flota pesquera, compuesta por más de 150 barcos, en su mayoría de bajura. Los demás comparten espacio en los dos muelles que siguen.
En toda la zona observamos mucho movimiento, que se acelera a la hora de la descarga del pescado, en particular de especies típicas del arte de arrastre como el pulpo, el lirio o la cigala.
Otra singladura sería explorar el bello casco histórico de Muros, declarado conjunto histórico-artístico en 1970. El especial tipismo marinero de todas las calles que salen perpendiculares al puerto, que se abraza armonioso a la grandeza monumental de góticos palacios y templos, le valió este reconocimiento. Os proponemos acercaros a la Praza da Pescadería Vella, una de las más singulares de la villa. En la actualidad se ha convertido en un espacio de ocio donde se pueden tomar vinos y tapas en múltiples bodegones y tabernas, dispuestas bajo los soportales.
Si seguimos el periplo por la AC-550 al borde del mar, alcanzaremos la playa de San Francisco y el monte Louro, con sus dos picos de granito, que es el cierre de la ría de Muros e Noia. Más adelante encontramos la laguna de As Xarfas, atrapada por una blanca lengua de arena, la playa de Area Maior.
Vamos apreciando la metamorfosis del paisaje. Nos daremos cuenta de que estamos en la Costa da Morte porque las rías se estrechan y se exponen a mar abierto. Por el camino atravesamos los pequeños pueblos marineros que van salpicando el borde de la comarca del Barbanza como Lira, Caldebarcos y O Pindo, hasta llegar a Ézaro.
Podemos parar en Ézaro y contemplar el maravilloso espectáculo de la desembocadura en cascada del río Xallas al mar, la visión de un fenómeno único en Europa, que seguro que nos sobrecoge.
Fisterra
Fisterra, el finis terrae para los antiguos romanos, que deseaban asomarse al fin del mundo cautivados por su singularidad geográfica, la más occidental por ellos conocida.
La singularidad del municipio de Fisterra surge de las muchas leyendas que envuelven a estas tierras, en las que se entrelazan temas religiosos, marítimos y elementos pétreos. Entre ellas destacan la del Ara Solis, Ermita de San Guillerme, Orca Vella, Piedras Santas, Santo Cristo de Fisterra y la Ciudad de Dugium entre otras. Gracias a la memoria de las gentes de este lugar, estas leyendas siguen vivas, cautivando, junto a las maravillosas vistas que Fisterra posee, a todo aquel que se asoma a visitar el Fin del Mundo.
En el último atardecer en Europa y donde termina el Camino de Santiago, en el faro de Cabo Fisterra se puede observar la grandeza del paisaje atlántico bañando los acantilados de A Costa da Morte.
Nos atraerá su condición auténticamente marinera, reflejada en su casco antiguo, donde sobresale la Praza de Ara Solis, la capilla del Buen Suceso o el castillo de San Carlos, una fortaleza del siglo XVIII, su lonja y su puerto de bajura, uno de los más importantes de Galicia. Desde aquí interpretamos que el núcleo antiguo del pueblo creció en anfiteatro sobre él. Por eso parece que sus edificios de galerías blancas que miran al mar suben como trepando, por sus estrechos callejones y coloridas casas.
La lonja de Fisterra, además de ser una extensa y moderna edificación de cristal y aluminio azul, tiene la particularidad de ser la primera turística de Galicia. Esto favorece la observación privilegiada y cenital de sus animadas pujas.
Antes de la exploración de la villa os aconsejamos comer en cualquier parrillada o bodegón del puerto. Aquí se exponen cartas completas de los mariscos y pescados frescos y de temporada. Podemos degustar una lubina a la brasa a pie de playa, un pulpo a la parrilla o navajas a la plancha, aquí llamadas longueiróns. Al estilo tradicional o de autor, las cocinas trabajan siempre con producto autóctono.
Para reposar la sobremesa os proponemos un paseo por el puerto, goteo continuo de embarcaciones de palangre, de nasas o de betas que regresan con la pesca. Podemos comprobar la agilidad con la que los marineros, con las cajas de pescado en brazos, ascienden por las escaleras que suben de la playa. Y luego acompañarlos a la lonja para la subasta.
La naturaleza también es la protagonista, con rutas de senderismo, miradores como el de Talón o Corbeiro, el majestuoso monte Facho y playas como Langosteira, Corveiro, Mar de Fóra, Talón, Arnela, O Rostro, Sardiñeiro, Restrelo y Pequena.
Entre sus fiestas destaca su Semana Santa, conocida como O Cristo de Fisterra, que atrae a miles de visitantes, y la fiesta del longueirón, donde se degusta este exquisito manjar del mar.
Muxía
Muxía, lugar de una tradición centenaria, los últimos secaderos artesanales de congro que quedan en Europa.
Desde el siglo XV utilizan este método para tratar este manjar que terminó por ser la enseña de la cocina en Calatayud, a donde se sigue exportando. Los bilbilitanos proporcionaban las cuerdas de cáñamo a los pescadores para amarrar sus barcos y éstos les pagaban con congrio seco.
El aspecto de los secaderos de congrio nos impresionará. Son estructuras elaboradas con troncos de madera entrecruzados, a modo de jaulas, llamadas cabrias. Sobre ellas se extiende o cuelga el pescado, previamente limpio y agujereado para que la acción combinada del sol y el viento del Atlántico lo cure.
Los dos secaderos están en el mismo entorno del santuario de A Virxe da Barca, sustentados en sus grandes rocas, lo que nos facilita la visita a este lugar mágico donde acuden miles de romeros. Por tradición bajaremos a la Pedra de Abalar, un megalito de 9 metros de largo que se balanceaba cuando las gentes se subían en él, y a la Pedra dos Cadrís, así conocida por su forma de riñón. Famosa es la leyenda de que cura dolencias reumáticas si se pasa nueve veces bajo la misma.
Tras la visita, os recomendamos cualquiera de las marisquerías y restaurantes del puerto o del centro del pueblo. Una empanada de maíz a base de congrio o en guiso es una excelente elección.