Fin de Semana. Suena el despertador y con los ojos aún cerrados salto a la
ducha y me visto con una sonrisa. Comienza un nuevo día y me dejo llevar por la emoción. Esa de sentirme libre, de saber que puedo ir a donde quiera, que es mi momento.
Me subo a mi Yamaha Tricity 125 para redescubrir mi ciudad y pongo rumbo a desayunar en la playa de Vao en Vigo que tiene ese encanto tan especial con sus dunas y sus aguas cristalinas.
Me siento a mis anchas por la cómoda postura de conducción y mucho más seguro sobre los adoquines gracias a sus tres ruedas
El camino es algo largo, pero me siento a mis anchas por la cómoda postura de conducción y mucho más seguro sobre el asfalto gracias a sus tres ruedas.
Se acerca la hora del aperitivo. Cualquier momento es bueno para estar con los amigos y con mi Tricity puedo llegar donde se me antoje en un periquete.
Todo apunta a que quedaremos en Pontevedra en uno de mis lugares favoritos para tapear, la Praza da Leña y comernos un buen pulpo.
Aparco mi moto, justo al lado, a menos de dos minutos. Es la recompensa hacia mis ganas de fundirme con lo que acontezca, de disfrutar de la vida.
Llamo a mi chica, gracias al excepcional consumo de combustible de la Tricity, también podré llevarle a un sitio encantador e invitarla a una cena romántica. El trayecto hasta su casa, Baiona, es una gozada. Me pide que vaya a buscarla para así poder ver el mágico atardecer y cenar estupendamente en el Parador desde el que contemplar la inmensidad del Atlántico y, al fondo, las islas Cíes.Me acerco en un momento gracias a su eficiente motor Blue Core que garantiza una aceleración increíble y, sobre todo, porque el tráfico ya no se apodera de mí.
Vivir plenamente es un arte, pero con mi scooter urbanita y súper segura, lo hago de la forma más fácil y divertida.