Tarragona es una de las ciudades más importantes del territorio catalán, capital de la comarca del Tarragonès, alberga un gran número de vestigios históricos que la configuran como una visita obligada. La historia de Tarraco, nombre con la que era conocida en tiempos imperiales, se encuentra llena de elementos que vale la pena analizar. En este texto os recomendaremos algunos espacios que no podéis obviar en vuestra visita a la ciudad, muchos de ellos considerados Patrimonio de la Humanidad y con una belleza inherente que os maravillará.
El primero de todos ellos es uno de los elementos más icónicos del territorio mediterráneo catalán, un espacio que fue construido hace casi dos mil años: el Anfiteatro Romano de Tarragona. Se encuentra ubicado en una situación magnífica que nos permite ver el océano desde el llamado «Balcón del Mediterráneo«. Su finalidad fue la de albergar varias festividades lúdicas relacionadas con la lucha de gladiadores, o bien la representación de batallas y actividades imperiales. Cuando se celebra la festividad «Tarraco Viva«, en la arena del anfiteatro se celebran representaciones históricas con una finalidad educativa. Actualmente también encontramos los restos de dos iglesias posteriores, una visigoda del siglo VI y una románica del siglo XII.
También encontramos en la ciudad el Templo de Augusto, un edificio edificado en honor del emperador romano. Este templo pudo ser el primero dedicado a un líder muy avanzado a su tiempo, pues en sus banquetes realizaba diversas actividades interesantes para amenizar la estancia de sus invitados, como por ejemplo la práctica de la «alea», un juego que recuerda mucho al actual backgammon. Augusto impulsó la capitalidad de la Tarraconense, estableciendo a Tarraco como un punto referencial del mapa imperial. El templo se puede visitar si nos adentramos dentro de la Catedral de Tarragona, fue construido en el siglo I d.C. y su superficie visible suma un total de 100 metros cuadrados. Se trata de unos restos que han de ser interpretados debido a su contexto actual, pero destaca su puerta monumental de 7 metros. Como ya nos encontraremos en el interior de la catedral, podemos aprovechar para observar el templo cristiano; otro de los elementos indisociables de nuestra visita. Esta, inició su construcción en el siglo XII y su apariencia estética actual, con su inmenso rosetón, es uno de los elementos más identificables de la ciudad. Su estilo es el gótico, aunque mantiene reminiscencias de otras tipologias arquitectónicas.
El tercer emplazamiento que no se puede obviar es el Circo Romano, un recinto que albergaba actividades de carácter deportivo como las carreras de cuadrigas. Tenía una extensión de 325 metros de largo por 115 de ancho. Según estimaciones arqueológicas, en el circo se podían juntar casi 30.000 espectadores, una cifra espectacular si tenemos en cuenta la fecha de su construcción, el siglo I d. C. En cuanto a su situación geográfica, se encuentra dentro del recinto amurallado de la ciudad, y sólo es visible una parte reducida de su antigua estructura. Cuando la fisonomía urbana de la ciudad se modifica, a menudo aparecen vestigios enterrados que guardan relación con el espacio. Como curiosidad, existe un restaurante llamado «Les Voltes», que nos ofrece la posibilidad de cenar bajo los arcos originales que constituían el Circo, un espacio lleno de encanto que merece la pena visitar.
El epicentro de las ciudades de base romana era el foro local, espacio donde se realizaban celebraciones religiosas y sociales. En el caso concreto de Tarragona, data del año 30 a. C., y sólo se ha conservado una pequeña parte de su patrimonio arquitectónico, sobre todo partes pertenecientes a la basílica. La presencia imponente de las columnas os permitirán realizar unas fotografías espectaculares.
Si nos acercamos a La Antigua Audiencia, cuyo edificio fue la sede de la Audiencia Provincial desde mediados del siglo XIX hasta 1973, podremos ver una maqueta que nos muestra cuál era la apariencia de la ciudad en el siglo II. Y si la visualizamos con detalle, podremos ver cómo la estructura era completamente amurallada, de esta construcción defensiva aún quedan vestigios materiales. Su longitud total era de 3.500 metros y actualmente se conserva un tercio. Buena parte de la misma se encuentra en el Paseo Arqueológico, una vía con un gran encanto que nos ayudará a relajarnos en un contexto inmejorable. También nos encontraremos con la Torre del Arzobispado y la de Minerva, espacio que contiene las escrituras romanas más antiguas de la Península.
Como hemos visto, si sois amantes del patrimonio histórico -y concretamente del mundo romano- encontraréis en Tarragona una variedad arquitectónica que os dejará absolutamente maravillados.